Sagrada ausencia
Esta historia corta está inspirada en la obra de Yuko Ono y fue expuesta junto con su trabajo el 27 de mayo de 2022
Era el agujero lo que la hacía perfecta.
Zoraya llegó a este mundo desnuda y con agujero en el pecho. Estaba tumbada entre la suave hierba esmeralda, observando desde el suelo las escrituras de los dioses que flotaban como nubes de tinta viva, los arcoíris de colores imposibles, y los ángeles que infestaban el firmamento con el aleteo de sus incontables alas y sus brillantes ojos.
No tenía nada. Ninguna posesión. Ningún recuerdo. Ninguna ambición. Solo cargaba con ella su inocente desnudez y aquel profundo hueco en mitad de su pecho. Zoraya se incorporó entre la hierba que acariciaba su expuesta piel, y con su mano palpó la redonda oquedad.
Todavía estaba caliente.
Dos pájaros con ojos entre las plumas llegaron volando hacia ella, cantando una melodía dulce y rítmica que llenó los oídos de Zoraya. Estaban celebrando su llegada.
“¡Aquí está, aquí está!” dijeron los pájaros al unísono. “¡Aquí está la profeta de los agujeros, la sacerdotisa de los huecos! ¡Aquí está la que porta el mismísimo abismo!”
Los pájaros volaron por el agujero de Zoraya, dejando a su paso un aire fresco que la hizo estremecer. ¿A qué se referían aquellos dos mensajeros?
“Este agujero es la prueba de tu sacrificio,” le dijeron las dos aves. “Es la muestra de tu poder por nacimiento. Por cada parte de tu cuerpo que sacrifiques crearás milagros inmortales. En tu carne y hueso reside la magia, y tú eres quien decide cómo utilizarla.”
Zoraya volvió a palpar el agujero tras aquella revelación. Si realmente era la muestra de un sacrificio, ¿Cuál había sido entonces el milagro que había deseado? Por mucho que lo intentara no podía recordarlo.
“Camina, tú que cargas la sagrada ausencia,” le dijeron los pájaros sin apartar sus ojos de ella. “Camina por esta tierra de ángeles, profetas, dioses, escrituras y flores y descubre de lo que eres capaz. Da testimonio de lo que te hace sagrada y usa tu poder para cambiar este mundo impasible.”
Zoraya por fin se levantó del suelo, erguida por la misión que le acababan de dar. Su dorado pelo flotaba como una cascada de polen, y sus ojos y el agujero de su pecho observaron con renovada mirada el nuevo mundo que la rodeaba.
Todo era místico y extraño, todo era magia sin necesitar una razón para existir; una ciudad ardía a lo lejos envuelta en un permanente incendio; un dios de uñas largas lloraba lirios celestes mientras colgaba de un árbol perenne; una pareja escondía un cadáver junto a una serpiente que se mordía su propia cola; un unicornio azul dibujaba en el suelo con sus pezuñas el árbol de la vida de la kabbalah; y un ángel de ocho alas tiraba ríos de tinta al suelo para dejar que le revelara la verdad oculta de su maestro.
Todo era nuevo para aquella que había llegado desnuda y con un agujero en el pecho. No sabía su destino y no sabía si lo que los pájaros le habían revelado era la verdad o una mentira necesaria.
Pero lo que sí sabía, con la certeza de quien mira el sol y siente la luna, de que aquel agujero, profundo, caliente y visible, era lo que la hacía perfecta.
Y no permitiría que nadie le dijera lo contrario.
Zoraya comenzó a caminar con sus pies desnudos por el nuevo mundo, dejando que el aire de su paso atravesara el agujero de su pecho para producir la más ascendente de las notas.
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