por Nov 27, 2020

La mariposa y el golem de papel

la mariposa y el golem de papel historia cprta

I

El rabino Levias Ben Zakai descubrió el pequeño huevo de oruga sobre las páginas de la Torah, mimetizado entre las palabras sagradas como un punto más de su lectura.

“Maestro, el viento debe haber arrastrado consigo insectos. Debemos matarlos a todos antes de que destruyan las escrituras sagradas” dijo uno de sus discípulos.

“No harás tal cosa” dijo el rabino, sin apartar la vista del pequeño huevo y señalándolo con uno de sus dedos viejos como ramas secas. “Mira donde se ha posado el huevo, entre la palabra ‘bereishit’, entre el mismo principio de la creación. Este huevo es un comienzo y es conocedor de ello. Esta oruga es un sabio antes de haber nacido.”

El discípulo del rabino miró confundido a su maestro, pero no se atrevió a llevarle la contraria, pues de entre los judíos de Girona él era el más amado y respetado.

Entonces el pequeño huevo eclosionó cono un inaudible pop. La suave cáscara se quebró y la pequeña y flexible criatura emergió como una delgada línea negra. Sin pausa, su diminuta boca empezó a devorar las mismas palabras que le habían acogido. Las hojas de la Torah se convirtieron en su primer alimento.

“Maestro, esa oruga va a destruir nuestros libros más preciados” señaló horrorizado el discípulo.

“Esta oruga está aprendiendo las escrituras” le reprendió su maestro. “Y cualquier criatura que quiera sumergirse en la palabra de D-os deberá no sólo ser permitido sino que tiene que ser alabada” dijo el rabino, deleitándose con la gran muestra de fe de aquel humilde insecto que comía hambriento de conocimiento.

II

El rabino permitió que la oruga se hiciera paso entre las páginas de la Torah, devorando a su paso cada pasaje y capítulo, realizando un agujero que traspasaba linajes, milagros y leyes.

“Su boca nunca toca el nombre de D-os. En verdad esta es una oruga piadosa y temerosa de El-Shaddai” pensó maravillado el rabino.

La oruga dejó atrás un agujero como muestra de su ávida lectura y banquete. Era una oquedad divina. Si el rabino hubiera mirado por aquel agujero, habría sido capaz de contemplar a sus antepasados devolviéndole la mirada.

El insecto se quedó completamente quieto. El rabino temió que se hubiera muerto por sobrealimentación, pero entonces se percató del sutil cambio de color en su piel. Estaba mudándola. Un día después, la oruga emergió más grande y más hambrienta.

Doblándose y estirándose en rápidos movimientos, fue hacia otro tomo de tapa oscura que descansaba sobre la mesa del rabino: La Mishná. Y tal como hizo con la Torah, empezó a devorarla sin contemplaciones.

Una vez terminó, repitió su misma rutina de muda de piel para crecer más fuerte y más hambrienta. Se abrió paso entre la Guemará, la Tosefta, la Baraita, la Agadá y la Halajá. Crecía en tamaño pero su hambre parecía no conocer fin. Siempre buscaba el siguiente gran banquete.

El rabino sólo podía maravillarse ante la oruga. Y tal era su fascinación por la pequeña criatura que se olvidaba de limpiar su sala de estudio, apilando los libros agujereados por la oruga en la esquina de su habitación. 

“Come y crece, criatura de D-os. Pues Él te creó antes que a mí. Por eso eres ante todo mi hermana y compañera de este mundo terrenal.”

III

En el séptimo día del nacimiento de la oruga, la habitación del rabino Levias era un caos de papeles perforados. La montaña de papeles le llegaba hasta la punta más alta de su sombrero y el hambriento insecto era del tamaño de uno de sus pálidos dedos.

La oruga se movía inquieta. Aún tenía hambre pero no quería comer nada de lo que el rabino le ofrecía. Estaba preocupado por su pequeña amiga y su incesante hambre.

Fue al encenderse la llama del crepúsculo cuando entendió lo que necesitaba la oruga.

“¡Ya comprendo lo que buscas!” clamó el rabino a la oruga. “El orden de tu comida te delata y te ennoblece. Tu vida, corta pero intensa indicaría que ya tienes una cierta edad, y con tus estudios completados sólo puede haber una conclusión inevitable ante tu búsqueda.”

El rabino se levantó de la silla que se había convertido en su cama, lugar de almuerzo y de observación del insecto, y recogió varios libros escondidos en una trampilla. Nunca se sabía cuando vendrían ellos.

El rabino colocó con cuidado sus objetos más preciados: los libros de la Cábala, la mística judía  revelada. Muchos de los suyos habían muerto para conseguir aquellos textos. Toda su vida se había dedicado a su estudio. Entre sus páginas estaban las claves del universo y del ser humano.

“Ojalá encuentres en ellos aquello que satisfaga finalmente tu hambre.”

IV

La oruga descubrió en los textos cabalísticos un profundo alimento. Tal era la densidad de sabiduría y misticismo que muchas veces tenía que dejar de comer durante largos minutos para meditar sobre lo que acababa de masticar.

Bajo la luz del sol y el manto de la luna, la oruga comió de las hojas del Zohar, del libro de Enoc, del Tómer Deborá y del Séfer Ha-Kabalá. Textos que el propio rabino aún intentaba descifrar con cada uno de los pocos días que le quedaban en la tierra.

Por cada uno de los misteriosos libros que terminaba, la piel de la oruga se iba expandiendo, su boca se agrandaba y los colores de su cuerpo se iluminaban.

“Pronto comenzará la más grande de tus transformaciones” suspiró el rabino, que se había acostumbrado a la apariencia del sinuoso insecto. Pero él, que era conocedor de la necesidad del cambio, sabía que no sólo era inevitable sino también necesario.

Tal como predijo el sabio rabino, al séptimo día, la oruga dejó de comer. Su hambre había sido saciada y tenía mucho que digerir. Empezó a moverse lentamente, con el estómago lleno y las patas hinchadas en búsqueda de un lugar para empezar su nueva etapa.

En el diagrama del árbol de la vida es donde encontró su santuario.

“¡Bendita seas, oruga de D-os! ¡Pues has encontrado el árbol de la vida sin que nadie tuviera que señalártelo! ¡Bendita seas porque has retornado al lugar de donde provenimos!” exclamó el rabino, saltando de alegría, celebrando la victoria de la oruga.

V

El diagrama del árbol de la vida, dibujado por el propio rabino en uno de sus interminables estudios, representaba las diez emanaciones de D-os. Diez esferas perfectas unidas por veintidós caminos sagrados que simbolizaban toda la existencia en un único dibujo.

La oruga tocó la primera esfera inferior, Malkuth. Y de ahí, con paso lento pero imparable fue escalando en zigzag cada uno de los senderos del árbol de la vida.

Malkuth, Yesod y Hod. La oruga subía cansada por un papel que representaba el universo. Netzach, Tiphereth y Geburah. Un papel que también era una representación de él mismo. Chesed, Binah y Chokmah. Un dibujo que le ayudaría a retornar a la gran fuente.

En la más alta de las esferas, Kether, la oruga encontró el lugar ideal para su metamorfosis.

El rabino lloraba sobre el papel, regando con gotas cristalinas el milagro que acababa de contemplar.

 VI

Entre finos hilos de seda la oruga empezó a cubrir su cuerpo. Era un esfuerzo terrible. Cada hebra excretada debía ser rodeada para tapar la superficie de su hinchada piel. Estaba cansada de comer y de escalar. Pero no podía detenerse ahora. Hacerlo significaría la muerte.

El rabino miraba a la pequeña y sagrada criatura trabajar con admirada perseverancia. Quería ayudarla, pero sabía que sólo la estorbaría en su ardua tarea. Lo único que podía hacer era rezar por ella.

Baruj atá Adonai Elohenu mélej ha ́olam, anotén laya ́ef kóaj. [1]

La oruga encontró fuerzas en las palabras del rabino. Prosiguió su misión. El dorado hilo se fue endureciendo alrededor suyo y poco a poco se escondió dentro de su nuevo refugio.

Sólo estaba retornando por un momento al lugar de donde vino.

Con la última hebra tejida, la oruga quedó velada por el misterio del universo. Pegada al árbol de la vida, se quedó quieta y cerró los ojos, rezando en la más profunda oscuridad de su crisálida.

VII

El rabino le leía poesía a la oruga mientras estaba en su forma transitoria. Cuando estamos yendo por el más profundo de los cambios es donde más la necesitamos.

“Oh, tú que duermes en el seno de la infancia, ¿por cuánto tiempo descansarás ahí? ¡Debes saber que la juventud se sacude como la paja! ¿Crees que la juventud perdura para siempre? Levántate, ve fuera y mira los heraldos grises, que han venido a reprenderte. Sacude el tiempo como las aves se sacuden el rocío de la noche. Elévate como una golondrina para encontrar la libertad de tus pecados y de los caprichos de la fortuna, que se propagan como el mal. Sigue a tu rey, unido con las almas que acuden hacia la generosidad de D-os.” [2]

La oruga, que ya no era oruga, sonreía en las tinieblas transformantes.

VIII

En las calles de la judería se escucharon las pisadas y las armas de hombres ciegos de poder. Siempre han existido y siempre existirán. Los gritos se hacían cada vez más nítidos y cercanos. El rabino sabía que no podría ver a su amigo emerger ni proteger a su gente.

Necesitaba crear algo que pudiera estar con su pueblo. Algo que permaneciera cuando él ya no estuviera.

Necesitaba crear un golem.

Pero no había tiempo ni materia con la que trabajar. No había barro con el que moldear a la criatura protectora. En su pequeña habitación sólo había horas de estudio y hojas amontonadas devoradas por la hambrienta oruga.

En la más terrible de las urgencias, corrió el rabino hacia aquella montaña de libros agujereados por el paso de su amiga. Era el único material que tenía antes de que le apresaran sus despiadados captores. Implorando perdón a su creador, amontonó, dobló y partió las hojas y encuadernaciones para formar una silueta humana.

Se acercó a la boca del golem y le insufló su aliento, que era el mismo que D-os le había insuflado a través de Moisés, de José y de Abraham hasta remontarse a Adán. Así, su aliento se introdujo en la oquedad de las hojas, entre los agujeros dejados por el gusano hambriento de nueva vida.

Pero cuando iba a escribir una palabra en su frente para darle una orden y propósito, las puertas de su estudio se rompieron ¡Crack! Cuatro hombres testarudos le tomaron preso entre acusaciones de herejía y crímenes innombrables, ninguno de los cuales el rabino aceptó como verdaderos.

En la habitación sólo quedaron dos seres impacientes: una crisálida en el árbol de la vida y un golem hecho de papel.

IX

Dentro de la crisálida la densa negrura se convirtió en la más radiante blancura. Los ojos de la transformada criatura se abrieron entre aquella cegadora fuerza que le impulsaba a querer salir de la cáscara que ya no necesitaba.

Su cabeza perforó la barrera entre su nueva vida, y sus alas se desplegaron con el ímpetu y la urgencia del que quiere volar y volar.

Dibujadas entre sus sedosas alas estaba escrito el alfabeto hebreo al completo. Era el fruto de una alimentación exclusiva de los textos sagrados que el rabino había compartido con ella.

“¡Rabino, rabino! ¡Mira el regalo que D-os me ha otorgado y tú me has ofrecido! ¡Por fin puedo hablar contigo después de todo este tiempo! ¡Oh, cuánto lo he estado deseando!” dijo en un aluvión de palabras escritas entre el batir de sus alas. ¡Cuánto tiempo llevaba queriendo comunicarse con su amigo!

Pero el rabino ya no estaba en su estudio. Había sido llevado y ejecutado en la plaza mayor de Girona. La poesía se había terminado.

X

El llanto de la mariposa se vio interrumpido por una suave respiración.

Asustada y esperanzada, empezó a aletear en la habitación para ver quién se escondía en el estudio del asesinado. Y lo que encontró fue el golem de papel, que inhalaba y exhalaba de manera automática por el aliento que el rabino le había dejado, adormecido porque todavía no había una palabra escrita en su frente. Incompleto por el rapto de su creador.

La mariposa, que conocía los poderes de la Cábala, sabía qué era aquella criatura. Y en la respiración del golem supo distinguir el aliento de su amigo el rabino. La mariposa sollozó más fuerte. El rabino, de alguna forma, aún estaba con ella.

Voló hacia la frente del golem de papel. Aún eran visibles los agujeros que ella había dejado cuando era una hambrienta oruga. Para la mariposa había pasado una vida entera desde aquello.

La mariposa pensó durante un largo momento cuál era la palabra que debía formar con sus nuevas alas. El propósito de un golem se define por la palabra que se le otorga.

“¿Qué palabra nos dijo D-os cuando nos insufló vida?” se preguntó la mariposa. “¿Qué palabra fue la que dijo cuando creó el mundo con su aliento sobre las turbulentas aguas?”

Cada vez que la mariposa miraba a la criatura de papel no podía evitar recordar al rabino. Él fue quien la protegió, alimentó y acunó. Él fue quien estuvo a su lado desde que había nacido hasta su reciente transformación. Él fue quien le mostró los secretos y compartió su poesía.

La mariposa sabía cuál debía ser la palabra.

Se posó sobre la frente del golem y batió sus alas con elegante rapidez. Las letras de sus alas empezaron a formar una palabra entre el suave movimiento alterno.

Y esa palabra era “amigo.” 

El golem abrió sus ojos de blancas hojas y negras letras. Su cuerpo, que parecía flotar en vez de andar, se movió con la primera orden que se le había otorgado. Levantó su mano y tocó a la mariposa con suave delicadeza.

El aliento del golem también reconoció a su querida amiga.

“Marchemos, pues pocos son los días que tengo en esta vida para ir a la siguiente. Hay mucho que hacer” dijo la mariposa sin dejar de batir las alas ni un instante, pues entonces significaría el colapso de su nuevo compañero.

El golem asintió obediente en concordancia. Tenían mucho que hacer.

La mariposa y el golem marcharon para proteger y cuidar a los expulsados. Les llevaron la palabra de D-os cuando ellos no podían cargarla consigo. Les llevaron consuelo cuando ya no había esperanza. Si el gusano se había transformado en crisálida por la palabra, ellos también permanecerían por los siglos de los siglos.

Muchas leyendas sefardíes permanecen sobre la visita de estos dos amigos. Y algunos afirman, juran y perjuran, que un día vieron como la mariposa caía de la frente del golem, exhausta por batir siempre sus alas. Y que el cuerpo inerte del insecto fue acompañado por las cientos de hojas sagradas de la criatura mágica que colapsaban en fraternidad.

Ambos se dejaron llevar por el viento, juntos y unidos para ir a su próximo destino.    


[1] «Bendito eres Tú, Eterno, D-os nuestro, Soberano del universo, que otorga fuerza al cansado.»

[2] Del poeta Yehudah Halevi (1075 – 1141)

¿Quieres aprender a escribir historias como esta?

Echa un vistazo aquí

Más historias cortas

Esa era su voluntad

Esa era su voluntad

El rey mago decide abrir las puertas de su palacio y dejar que los habitantes del reino utilicen sus cuatros objetos de poder sin consecuencias ni represalias. Solo quedará su voluntad.

leer más
Sagrada ausencia

Sagrada ausencia

Una historia corta inspirada en el trabajo de la artista japonesa Yuko ono, donde la magia, los símbolos y la ausencia brillan con luz propia.

leer más
Lodo bueno, lodo malo

Lodo bueno, lodo malo

Agfa, un ser hecho de lodo, busca el sustento que sacie su hambre y dolor por no ser más sólida. Pero la llegada de un inesperado astronauta le mostrará que lo que quiere no es lo que al final conseguirá.

leer más
Arroz con castañas

Arroz con castañas

Un estudiante de literatura japonesa es asaltado por la pregunta de un youtuber que le hace recordar un plato de comida y el silencio de su madre.

leer más
Mi corazón es una mazmorra

Mi corazón es una mazmorra

Relato publicado en el nº 7 de la Revista Mordedor.

Una mazmorra de carne y sangre relata cómo tres aventureros se adentran en sus entrañas para enfrentarse a los terribles monstruos que le acechan. Pero no todo es lo que parece entre las paredes palpitantes y las voces en la oscuridad.

leer más
La hija del dios caníbal

La hija del dios caníbal

Relato publicado en el primer número de la revista Weird Review

Una hija espera el regreso de su padre el dios caníbal, el cual le trae un banquete que no podrá rechazar.

leer más
Un diamante para papá

Un diamante para papá

Relato ganador del VII Certamen de narrativa Allende Sierra de 2022.

Un padre testarudo no quiere dar las cenizas de su difunta esposa para que se convierta en un diamante multidimensional. Pero su hijo, igual de terco, tiene un plan para conseguirlo.

leer más
El menú de los gustos

El menú de los gustos

Mi cocina gira alrededor de dos conceptos fundamentales que se interrelacionan entre ellos con exquisita perfección: los cinco sabores y los cinco elementos.

leer más
La última pregunta del discípulo

La última pregunta del discípulo

Cuentan las escrituras que un día estaba el Buda enseñando a una pequeña multitud atraída por su inmensa sabiduría. Pero de entre ellos, uno que se hacía llamar Namryan, dijo al que se encontraba al lado suyo.

leer más

0 comentarios

Enviar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *